Opinión

La absurda estética de los alimentos

Los mercados suelen descartar muchas frutas y verduras por "feas", ocasionando un enorme desperdicio en un mundo donde 800 millones de personas sufren de hambre. Los valores nutricionales de estos alimentos son exactamente iguales a los que tienen “una cara bonita”, pero los hábitos de consumo se han ido inclinando hacia la decisión de compra en base determinados cánones estéticos.

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Los alimentos, frutas, verduras y hortalizas mantienen sus características nutricionales tengan el aspecto que tengan. Por lo tanto, las irregularidades con las que muchos alimentos crecen de la naturaleza no son motivo para descartarlos.
Imagen: Shutterstock

El mundo moderno nos ha impuesto una absurda estética para las frutas y verduras. Todas tienen que ser de un mismo tamaño, color y forma, como si estuvieran hechas por una máquina y no por la naturaleza. Esto trae como consecuencia que miles de toneladas de alimentos en perfecto estado sean simplemente desechadas por el mercado por un simple tema de estética. Y lamentablemente nosotros los consumidores nos hemos prestado a esa perversa percepción.

Zanahorias de formas caprichosas, manzanas con manchas o hendidura, fresas muy pequeñas o muy grandes, entre otros defectos de forma, son desechados incluso antes de ingresar el mercado, porque los consumidores las rechazarían.

En la producción a gran escala, principalmente para la agroexportación hasta hay equipos especiales para seleccionar el tamaño estándar que deben tener las frutas o vegetales y las que no cumplen con esas exigencias quedan descartadas para intentar introducirlas en el mercado local y si no se puede, se pudrirán.

Este absurdo comportamiento del mercado colisiona con un drama global, en que más de 800 millones de personas sufren de hambre porque no disponen de alimentos suficientes. Además, casi el 14% de alimentos que se producen en el mundo simplemente se pierden por una serie de ineficiencias y malas prácticas, entre ellas la absurda estética de los alimentos.

Frente a la gravedad de este problema, las Naciones Unidas se ha propuesto a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible reducir para el 2030 al menos a la mitad las pérdidas y desperdicios de alimentos, reto que será muy difícil cumplir sino se involucra y compromete a todos los actores de la cadena productiva y de comercialización, pero fundamentalmente a los consumidores.

Para enfrentar esta absurda estética de los alimentos, han surgido dos iniciativas sumamente interesantes, una es en la ciudad de Sao Paulo en Brasil a través de una pequeña empresa denominada “Fruta Imperfeita” que se encarga de acopiar todas las frutas y verduras de formas, tamaños y colores irregulares que se rechazan en los canales comerciales tradicionales, a pesar de estar en perfecto estado y ser tan ricas y nutritivas como el resto. Luego, las ofrecen a los consumidores sensibilizados con este tema.

Fruta Imperfeita ofrece canastas de frutas y verduras diferentes a lo que acostumbramos a ver en los supermercados, pues sólo se comercializa alimentos que, de otro modo, serían descartados porque no cumplen criterios estéticos.

Hay un movimiento que se ha iniciado en los Estados Unidos y que se llama “Ugly Food” (comida fea) que tiene como objetivo reducir el desperdicio de alimentos a través de la incorporación de esos vegetales que son desechados por el mercado con su supuesta falta de belleza. El movimiento ha ido ganando seguidores en Europa y muchos famosos cocineros como el británico Jamie Oliver

El papel que tenemos que jugar los consumidores es clave, ya que somos el eslabón determinante en la decisión de compra, somos finalmente nosotros los que decidimos lo que se acepta o no en el mercado. Es hora de cambiar esa percepción de los alimentos, basándonos solo en su aspecto exterior, en su estética, para concentrarnos más en su calidad nutricional, es decir, en lo que está por dentro, no solo en las apariencias.

Si los consumidores actuamos con una mayor conciencia y sensibilidad hacia este problema, no solo nos vamos a beneficiar nosotros mismos, sino que estaríamos apoyando a los pequeños agricultores para que tengan una mayor rentabilidad al no desechar esos productos, pero además habría mayor disponibilidad de productos y contribuiremos con saciar el hambre de tanta gente que sufre.

Jaime Delgado Zegarra

Director del Instituto de Consumo - Universidad de San Martín de Porres. Abogado por la Universidad San Agustín de Arequipa, con segunda especialidad en Derecho Público y Buen Gobierno por la PUCP. Tiene una maestría en Políticas de Salud por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ex congresista, autor de la Ley 30021 de Alimentación Saludable.

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