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Tenemos un problema con la dopamina

El neuroquímico se ha convertido en un villano para las personas a las que les preocupa la adicción y la indulgencia. Pero la realidad es mucho más compleja.

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Ilustración: Simone Noronha/The New York Times

El neurotransmisor dopamina está provocando mucho pánico estos días.

Según libros, artículos y publicaciones en las redes sociales, nuestra necesidad de un rápido golpe de dopamina es la razón por la que se nos antojan las galletas y pasamos demasiado tiempo en Instagram. La lógica dicta que, si seguimos cediendo ante estos deseos, nunca podremos detenernos.

“Hemos transformado el mundo de un lugar de escasez a un lugar de abundancia abrumadora”, escribió Anna Lembke, psiquiatra de la Universidad de Stanford, en su exitoso libro Generación dopamina. En consecuencia, todos corremos el riesgo de “un exceso de consumo compulsivo”.

En 2019 surgió una tendencia de superación personal frecuentemente denominada “ayuno de dopamina” que gira en torno a abstenerse de cualquier cosa que cause la liberación del químico. La premisa se basa en que los entretenimientos modernos reprograman el cerebro de tal modo que los pasatiempos de ritmo más lento ya no son placenteros.

Los videos con la etiqueta #dopamina, muchos de los cuales afirman enseñar a los espectadores a manipular esta sustancia química del cerebro, tienen más de 700 millones de vistas en TikTok. Un influente ofrece una “lista gratuita de cosas que adormecen la dopamina” a fin de “¡recuperar el control de tu vida!”.

Incluso se les aconseja a los padres que eviten que sus hijos experimenten picos de dopamina (es decir, evitar que jueguen videojuegos o consuman comida chatarra) no sea que la insaciable necesidad del neurotransmisor aumente el mal comportamiento.

Los científicos que estudian la dopamina afirman que estas preocupaciones se han exagerado. “No se basan necesariamente en la ciencia real de lo que sabemos sobre la dopamina”, aseveró Vijay Namboodiri, profesor adjunto de neurología en la Universidad de California, campus San Francisco.

Antes de jurar renunciar a la dopamina —y a la posibilidad de disfrutar la vida— es importante comprender los principales conceptos erróneos que se tienen sobre este neurotransmisor y lo que demuestran las investigaciones.

La dopamina no es intrínsecamente buena ni mala

La idea de que la dopamina produce sensaciones de placer surgió de los primeros experimentos con roedores, y más tarde con humanos, que descubrieron que el sistema dopaminérgico se activaba cuando los animales recibían una recompensa. La comida, el sexo, las drogas y las interacciones sociales liberan dopamina en el cerebro, lo que sugiere que este neuroquímico está vinculado con cualquier sensación de bienestar.

No obstante, en la década de 1990, tras un estudio más profundo, los científicos se dieron cuenta de que la dopamina tiene una relación más cercana con la expectativa de una recompensa que con su recepción. La dopamina provoca el deseo de algo y la motivación para buscarlo, no su disfrute.

“Creemos que tal vez funciona de manera similar al deseo”, señaló Talia N. Lerner, profesora adjunta de neurociencia en la Universidad de Northwestern. “Le enseña a tu cerebro a predecir tus necesidades y a intentar alinear tus comportamientos con ellas”.

La existencia de un neuroquímico que controla el deseo puede sonar siniestro, pero buscar recompensas no es un problema en sí mismo; todo depende del contexto. Los animales, desde las abejas hasta los humanos, desarrollaron sistemas dopaminérgicos para motivarse a buscar comida y sexo con el fin de sobrevivir y reproducirse.

“Es una parte importante de la razón por la que estamos hoy aquí”, comentó Kent Berridge, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad de Míchigan. “Sin la dopamina, no habríamos evolucionado. Nuestros antepasados no habrían sobrevivido”.

La dopamina también es esencial para el aprendizaje. En este contexto, el elemento clave que hace que se disparen las neuronas dopaminérgicas es la sorpresa, independientemente de que el resultado sea gratificante o decepcionante.

“La dopamina no te dice si algo es bueno o malo per se, sino que te dice si es mejor o peor de lo que esperabas”, explicó Lerner. Ese subidón de dopamina te ayuda a actualizar tus expectativas y a modificar tu comportamiento en el futuro.

Una dosis normal de dopamina no reprograma tu cerebro

Debido al papel que tiene la dopamina en la motivación y el aprendizaje, la preocupación es que las actividades altamente estimulantes secuestren el sistema de neurotransmisores, de manera que deje de funcionar para recompensas más pequeñas y cotidianas. Según la lógica, para alguien obsesionado con los videojuegos, el Monopolio podría ser menos gratificante.

Esta preocupación tiene en parte una base científica. El consumo prolongado de drogas que provocan aumentos de dopamina, como la cocaína y las anfetaminas, puede hacer que el cerebro cierre algunos de los receptores sobre los que actúa el neuroquímico. La llamada tolerancia se traduce en que se necesitará mayor cantidad de droga para conseguir el mismo efecto.

Dado que los videojuegos y la pornografía pueden convertirse en un hábito, algunos investigadores —entre ellos Lembke— han planteado la hipótesis de que podrían causar síntomas similares de tolerancia en el cerebro; sin embargo, en una entrevista con The New York Times, Lembke reconoció que esta teoría se deduce de estudios con drogas estimulantes y que en la actualidad no hay pruebas que la respalden.

Por ello, Berridge y otros han criticado la idea. Una de las razones es que la cantidad de dopamina liberada en respuesta a los videojuegos, la pornografía, las redes sociales y la comida chatarra es considerablemente menor que la liberada en respuesta a las drogas adictivas.

Y aunque para algunas personas los videojuegos provocan una mayor respuesta de dopamina que los juegos de mesa, eso no significa que el juego de mesa provoque una menor liberación de dopamina que antes, y no se debe a un cambio inherente en el sistema dopaminérgico, dijo Namboodiri. Tampoco significa que los amantes de los videojuegos no vayan a querer volver a jugar juegos de mesa nunca más. Lo mismo ocurre al comparar comer dulces con comer fruta, o ver YouTube con leer un libro.

Tomar un descanso de los videojuegos o las redes sociales puede ser una buena idea si se quiere dedicar más tiempo a otras actividades. Pero no hay que hacerlo porque necesitemos restablecer nuestro sistema de dopamina, aseguró Namboodiri. (Hay razones para creer que nuestra vida digital ha acortado nuestra capacidad de atención, pero esa es otra historia).

“Si alguien te da un consejo sobre lo que se debe hacer y este se mantiene independientemente de si la dopamina está en juego, es muy probable que sea un consejo útil”, afirmó Namboodiri. Sin embargo, señaló que “como campo todavía estamos bastante lejos de tener una comprensión completa” de la dopamina y de cómo manipularla en la vida diaria.

La adicción va más allá de la dopamina

Algunos comportamientos gratificantes pueden causar problemas en la vida de las personas. Aunque actividades como apostar, ver pornografía o jugar videojuegos no estimulan tanto la liberación de dopamina como las drogas, pueden dar lugar a patrones de conducta similares a los que se observan en el trastorno por consumo de sustancias, es decir, continuar con la actividad a pesar de graves consecuencias negativas.

Pero esa es la excepción, no la regla. La mayoría de las personas no pierden su trabajo ni sus relaciones, ni experimentan efectos negativos en la salud a causa de estas actividades. Aproximadamente entre el 2 y el 3 por ciento de las personas que ven pornografía declaran ser adictas a este comportamiento. Del mismo modo, entre el 2 y el 3 por ciento de las personas que participan en juegos en línea padecen el trastorno de los videojuegos en internet.

“Para algunas personas sí es un problema”, afirmó Berridge. “Para la mayoría no lo es. Podemos funcionar y disfrutar de este mundo rico en recompensas”. Como con la mayoría de las cosas relacionadas con la salud, la clave está en la moderación. No hay que negarse el placer para ser una buena persona o una persona sana.

Y si bien la dopamina está relacionada con la adicción, las compulsiones para consumir drogas o masturbarse son más complicadas que un solo neurotransmisor. “Decir que se trata solo de la dopamina es una simplificación excesiva”, afirmó Lembke.

De hecho, varios experimentos para tratar la adicción alterando la actividad de la dopamina en el cerebro no han funcionado. Este tipo de comportamiento compulsivo también suele ir acompañado de otros trastornos mentales o estrés extremo durante la infancia.

“A menos que estés consumiendo una droga como la cocaína, que con gran probabilidad es abiertamente dañina para la salud, no existe necesariamente una forma saludable o no saludable de usar la dopamina”, afirmó Lerner. “Solo se trata de aprender. Y siempre puedes aprender algo bueno o algo malo”.

O, como bien lo afirma Berridge: “La dopamina es nuestra amiga, no solo nuestra enemiga”.

c.2023 The New York Times Company

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