En primera línea

Las llamadas más difíciles

Un médico del Hospital de Emergencias de Villa El Salvador comparte el desafío de dar sus reportes telefónicos a los familiares de los pacientes COVID-19.

Ahora los doctores estamos experimentando situaciones en el trabajo que se convierten en recuerdos muy difíciles. Unos pocos minutos que revivimos todo el día. En el Hospital de Villa El Salvador tenemos 24 camas en la Unidad de Cuidados Intensivos para COVID-19. Todas están ocupadas. Nuestra demanda en promedio no baja de 30 ó 40 pacientes que necesitan soporte respiratorio. Cuando una se libera, tenemos que elegir a quién se la damos. El criterio es atender al caso con mejor pronóstico. Es lamentable que tengamos que hacer este tipo de selección porque toda persona merece soporte, pero es la realidad que afrontamos en nuestro intento por salvar a la mayoría.

Explicar esta situación a los familiares es una tarea tremendamente delicada. Hay quienes dicen que los doctores estamos dejando que la gente se muera y eso me duele. Es muy injusto. Para nosotros es terrible ver a nuestros pacientes sufrir. En el hospital estamos aplicando terapia paliativa con morfina para mitigar la desesperación de una persona que se asfixia. Hacemos todo lo posible para ayudarlos a resistir mientras esperan un soporte respiratorio. Ahora bien, hay casos en los que ni los recursos del hospital ni la pericia del médico tienen algo que hacer. No todos los pacientes que consiguen ventilación mecánica se salvan. En ocasiones simplemente nos toca aceptar que la vida tiene un tiempo.

Hace unos días tuvimos a una mujer de 80 años esperando por soporte respiratorio. Ella tenía diferentes comorbilidades, como obesidad y diabetes, y presentaba un cuadro de neumonía grave. El ventilador no le iba a dar mayor ventaja. Aun así hicimos todo lo posible por encontrarle una cama en nuestro hospital y en otros. No había cupo. Yo llamé a su familia por teléfono para reportar lo que estaba pasando. Les expliqué que someter a su paciente a los procedimientos invasivos que se necesitan para ingresar a UCI, solo le iba a causar más sufrimiento. Un intento sin verdadera esperanza que alargaría su agonía. Evidentemente ellos querían que se haga todo por salvarla, sin embargo, en un momento me pidieron tiempo. Querían reunirse con otros seres queridos y tomar una decisión. Cuando les devolví la llamada, con el corazón en sus voces, me pidieron una sola cosa: que me acerque a decirle que la quieren mucho, que descanse tranquila, que siempre la amarían. Así lo hicimos. La paciente estaba en su cama, inconsciente, pero estoy seguro de que su espíritu escuchó esas últimas palabras de amor de su esposo y sus siete hijos.

Coordinación general: Fabiola Torres
Investigación: Daniel Rojas
Edición: Stefanie Pareja