Salud mental

Simone Biles: ¿por qué su renuncia en las olimpiadas es una victoria para todos?

La mejor gimnasta del mundo decide retirarse de una final en los Juegos Olímpicos Tokio 2020 y nos anima a cuestionarnos el verdadero significado del éxito.

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Simone Biles está rompiendo el estereotipo del deportista que debe sacrificar su bienestar emocional por el éxito.
Salty View / Shutterstock.com

Simone Biles ha dicho muchas veces que prefiere que su destreza en la gimnasia hable por ella: que sean sus saltos, sus medallas y sus récords los que respondan a los haters. Pero en mayo de este año, durante el Campeonato Nacional de Gimnasia de Estados Unidos, su vestimenta habló más fuerte. Todos sus leotardos mostraron unos coquetos cristales incrustados formando la figura de la cabeza de una cabra, un goat, como le llaman en inglés. Seguidores, periodistas y expertos del deporte suelen referirse a Biles como the GOAT, que además de significar “cabra” es un acrónimo popular en los Estados Unidos: Greatest. Of. All. Times. O sea, la mejor de todos los tiempos.

Con un leotardo de cabritas brillantes, Simone Biles obtuvo su séptimo título nacional completo, más de lo que tiene cualquier otra mujer gimnasta estadounidense. Aun así, muchos consideran que sus trajes fueron un exceso de confianza, una prueba más de lo presumida que es. En una entrevista con la revista Marie Claire, Biles explicó por qué lo hizo: está harta de que las personas la ataquen solo por saber que es buena en algo. “Todos pueden decir que eres buena, pero si tú misma lo admites, ya no es cool. Yo quiero que los niños aprendan que está bien reconocer que eres bueno en algo, quizás, hasta eres grandioso”. Meses antes del campeonato nacional, los haters bromeaban en redes sociales diciendo que Biles era tan arrogante que sólo le faltaba ponerse una cabra en su leotardo. La número uno decidió darles el gusto.

Probablemente esa actitud es la que permitió que la gimnasta se retirase de la final por equipos en los Juegos Olímpicos Tokio 2020. Probablemente estar convencida de su capacidad y su lugar en la historia del deporte le sirvió para tomar la decisión de priorizar su salud física y mental sobre un logro profesional más. Simone Biles tiene tan solo veinticuatro años, pero en el mundo de la gimnasia esa edad la convierte en una veterana. Ganó su primer campeonato nacional a los trece, tiene veintinueve títulos de campeona mundial y veinticinco medallas de torneos internacionales. En el exclusivo club de los GOATs del deporte, se le suele comparar con Michael Phelps, Steph Curry o Tom Brady, pero la verdad es que ellos a veces pierden. Hasta el martes pasado, Simon Biles había ganado siempre. Y, quizás por eso, no ir detrás de una medalla de oro ha sido para millones de personas su salto más valiente.

Las responsabilidades de la mejor gimnasta del mundo no tienen ninguna relación con las nuestras. Nadie espera que realicemos un doble salto mortal sobre un taburete y le llevemos una medalla de oro a nuestro país. La respuesta a su retiro de las olimpiadas ha sido particularmente sobrecogedora. Pocas horas después de circular la noticia, más de cincuenta mil personas ya habían comentado en las redes sociales de la deportista. “Mi hija de siete años entrena para ser gimnasta. Gracias por esto. Quiero que sea la mejor pero también quiero que sea feliz”. “Qué difícil es vivir para satisfacer las expectativas de otros. Hay que ser valiente para pensar en uno”. “He renunciado a dos trabajos por mi paz mental. Nadie lo entiende. Gracias, Simone”. La foto de Biles en su cuenta de Instagram sobre su salida de la competencia ha reunido hasta ahora más de un millón y medio de corazones.

La mejor gimnasta del mundo nos está diciendo que a veces la ansiedad, el estrés y el agotamiento nos pueden quebrar. Y que no hay debilidad en eso

¿Por qué nos conmueve tanto la decisión de la atleta? Puede que sea porque, más allá de su imagen como leyenda del deporte, nos dejó ver a una joven que simplemente trata de cumplir con su trabajo de la mejor manera posible, sin sucumbir a la presión. Con eso, por supuesto, que podemos relacionarnos. Ya saben, como con ese meme que gira y gira en Internet. Ese que dice “yo tratando de cuidar bien de mis padres, sacar adelante mi emprendimiento, hacer dieta, mantener una relación saludable, tener una vida significativa y cuidar mis emociones…” sobre la imagen de un gato a punto de romper en llanto. Bromeamos con el peso de las expectativas que soportamos a diario, pero los resultados de vivir en una sociedad que idolatra la productividad son muy serios: según la OMS, el suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años, ese rango de edad donde se espera que sepan a qué quieren dedicarse el resto de sus vidas y consigan la mejor educación del mundo. Cada vez hay más investigaciones, libros y testimonios sobre la salud mental de los estudiantes de universidades como Stanford, Harvard o Yale. Son los muchachos más brillantes, pero también los más tristes.

Entonces que Simone Biles, the GOAT, la mejor de todos los tiempos, dé un paso al costado en el momento cumbre de las olimpiadas, ha sido una especie de bálsamo. Que ella, que lidera un rubro caracterizado por la exigencia y el sacrificio, reconozca en público que no tiene la “claridad mental que necesita para competir” y decida detenerse, valida la inseguridad y el agotamiento que a veces experimentamos. Demuestra que tambalear de vez en cuando no derribará una firme trayectoria. Que no es un fracaso renunciar a una medalla de oro (a un trabajo que ya no nos satisface o a una relación desgastada). Replantea el significado de ser fuerte. Cuestiona lo que entendemos por éxito.

Es cierto que la biografia de Simone Biles tiene los elementos de lo que consideramos una historia de superación: una niña que vivió en hogares sustitutos de mucha pobreza hasta ser adoptada por sus abuelos, una adolescente que sobrevivió los tocamientos indebidos de un hombre con poder, una fornida mujer negra en un deporte tradicionalmente dominado por mujeres blancas, que parecen bailarinas de ballet. Pero ella ha declarado que quiere ser mucho más que los obstáculos que superó. Después de años de ser admirada por su aguante, Simone Biles acaba de sorprender a todos por defender su derecho a descansar cuando se siente mal.

Durante esta semana, miles y miles de mensajes de comprensión y empatía han inundado Internet. Los trolls, de todas maneras, no perdieron oportunidad para formar sus pequeñas islas de odio. “¿Perdiste una medalla de oro por tu salud mental?!!! Se te veía muy bien en tus entrevistas y conferencias de prensa. No puedo creerlo. ¿En serio renunciaste por “tu salud mental”?!!! Eso no es lo que hacen los campeones!”, comentó en Instagram un usuario que no se atreve a dar su nombre y del que nadie sabe qué campeonatos ha ganado.

El mensaje de Simone Biles es una manera cercana y natural para abrir el diálogo sobre salud mental. No desde el dramatismo de las estadísticas o la clasificación de los trastornos sino desde la experiencia personal. La número uno nos está diciendo que a veces la ansiedad, el estrés y el agotamiento nos pueden quebrar. Y que no hay debilidad en eso. La trayectoría y el cuerpo entero de Biles son pura resistencia. A lo largo de su carrera ha ejecutado más de cuatro acrobacias que ningún otro gimnasta ha hecho. La Federación de Gimnasia de los Estados Unidos aún no sabe cómo calificarla porque nunca ha visto movimientos tan atrevidos. Solo en mayo de este año, con un tobillo lesionado, se convirtió en la primera mujer en realizar un yurchenko doble mortal carpado durante una competencia. Se necesita ver el video para comprender lo extraordinario del salto. “Ya no tengo que probarle nada a nadie”, dijo Biles en un podcast del canal de las olimpiadas, “ahora todo lo hago por mi, para ver de qué soy capaz y hasta dónde puedo llegar. Me siento un poco más feliz”.

Hablemos de salud mental. Simone Biles explica su salida de la final en los Juego Olímpicos.

Cecile Canqueteau-Landi, una de las entrenadoras de Simone Biles, dice que esa felicidad ha repotenciado el desempeño de la atleta. El año pasado, cuando se postergaron los Juegos Olímpicos Tokio 2020, Biles se sumió en una depresión profunda. No sabía a qué se iba a dedicar durante el encierro pues todo lo ha sacrificado por su carrera deportiva. La entrenadora le aconsejó que tome unas vacaciones y que disfrute la vida fuera del gimnasio. Simone Biles tuvo que construir una. Decidió finalmente comprarse una casa y decorarla a su gusto. Empezó una relación con un jugador de fútbol americano. Actualizó el contenido de la cuenta de Instagram de sus dos bulldogs franceses. Comió mucha pizza (su plato favorito), experimentó nuevas maneras de maquillarse los ojos (uno de sus hobbies), y se comprometió a asistir regularmente a terapia psicológica. En el documental de Facebook Simone VS Herself podemos ver el extenso camino que ha recorrido la atleta para tratar de sacurdirse “el peso del mundo que lleva en los hombros”.

El comunicado oficial sobre el retiro de Simone Biles señala razones médicas. De inmediato, la mayoría imaginó huesos rotos o un tobillo torcido. Biles explicó después que se trataba de una desconexión entre su mente y cuerpo. "Realmente no puedo diferenciar arriba de abajo. Pierdo mi ubicación en el aire y no sé cómo aterrizar", escribió en redes. La atleta dejó la competencia para evitar lastimarse gravemente. Biles salta con tanta determinación que es fácil olvidar que un mínimo error puede quebrarle la quijada, romperle una rodilla o hasta dejarla parapléjica. Estamos acostumbrados a separar salud mental de salud física pero, en realidad, son lo mismo. Una es espejo de la otra. A Simon Biles no se le puede acusar de cobardía o falta de compromiso con su equipo. Ella es la líder que le arregla el cabello a sus compañeras al lado de la pista de salto para que nada nuble su desempeño. Esta semana, Sunisa Lee (18), Grace McCallum (18) y Jordan Chiles (20), las otras gimnastas del equipo de Estados Unidos, han defendido sin parar a Simone Biles. Hasta el padre de Lee, después de que su hija gane una medalla de oro, dijo que quería recordarle a Biles que realmente es the GOAT porque permitió que su niña lleve una victoria a casa.

Las acrobacias por el aire de Simone Biles ya se grabaron indeleblemente en la historia del deporte, pero ahora la mejor gimnasta del mundo está aprendiendo que existen otras maneras de trascender. Esta mañana compartió el siguiente mensaje en Twitter: “El amor desbordante y el apoyo que he recibido estos días me ha hecho darme cuenta de que soy más que mis logros, más que la gimnasia, algo que realmente nunca antes creí”. Todos podríamos aprender con ella. La lección que querramos, la que nos haga falta. Por ejemplo, cuestionarnos si tener tener fortaleza mental significa aguantar los maltratos de una cultura abusiva y avanzar, avanzar, avanzar sin importar lo que se pierda en el camino. O, más bien, atreverse a trazar límites alrededor de uno y levantar un cerco donde podamos ser buenos con nosotros mismos.

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