Salud mental

¿Por qué se le da tan poca importancia al trastorno de estrés postraumático?

Los expertos afirman que millones de personas se ven afectadas por traumas, lo cual se ha vuelto algo de lo que todo el mundo habla, incluso con memes. Pero pocos identifican los síntomas en los primeros años y reciben tratamiento.

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Ilustración: Debora Cheyenne Cruchon/The New York Times

A Nancy Méndez-Booth le diagnosticaron trastorno de estrés postraumático (TEPT) por haber dado a luz un bebé muerto en el invierno de 2008. Una hora después de llegar a toda prisa al hospital en trabajo de parto y jubilosa, un médico le dijo que el bebé que había estado planeando durante años no tenía ritmo cardiaco.

Méndez-Booth nos contó que cuando regresó del hospital sentía como si hubiera “llegado de Marte”; se perdió en su propio edificio de apartamentos. Oscilaba entre el letargo, una intensa paranoia —le preocupaba que la policía la arrestara por la muerte de su hijo— y arranques de ira. Las alacenas de su cocina se aflojaron de golpear una y otra vez las puertas como una manera de dejar salir un poco de su enojo.

“Yo me preguntaba: ¿Quién en su sano juicio vive cuatro diferentes estados mentales tan intensos en un periodo de 15 minutos?”, comentó Méndez-Booth, una escritora y maestra de Nueva Jersey. No podía diferenciar entre el pasado y el presente; no dejaba de ver escenas retrospectivas de la mesa de partos. Pensaba que estaba experimentando un brote psicótico, pero después descubrió que padecía un trastorno de estrés postraumático, o TEPT.

Méndez-Booth se encuentra entre las personas afortunadas a las que se les dio un diagnóstico. Según los expertos, es muy común que este trastorno no se identifique. Las ideas generalizadas y erróneas sobre quiénes desarrollan TEPT, así como la mezcla de su complejo conjunto de síntomas, puede impedir que las personas que lo padecen busquen tratamientos, o que siquiera se den cuenta de que lo sufren. “Estamos hablando de millones” de personas que padecen TEPT sin contar con un diagnóstico, señaló Bessel van der Kolk, autor de “El cuerpo lleva la cuenta: cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma”, un libro fundamental sobre el tema, y un verdadero experto en el tratamiento de los traumas.

En 1980, el TEPT pasó a formar parte del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales como diagnóstico oficial cuando se vieron los síntomas que estaban apareciendo en los veteranos de la guerra de Vietnam, y ahora se siguen reportando altos índices de ese trastorno en las personas que participan en guerras. De acuerdo con el Departamento de Asuntos de los Veteranos de Estados Unidos, entre el 11 y el 20 por ciento de los veteranos que participaron en las guerras de Irak y Afganistán padecen TEPT en un año determinado. Los investigadores pronostican que en los próximos años habrá casos de TEPT en la medida que Rusia continúe la guerra contra Ucrania y cada vez más personas participen en el combate.

Pero también la población civil se ve afectada por estrés postraumático. La violación es el trauma que lo provoca con mayor frecuencia y el trauma de guerra está en “segundo lugar”, señaló Shaili Jain, una especialista en TEPT de la Universidad de Stanford y autora del libro “The Unspeakable Mind”. Es por esa razón que Jain, junto con Van der Kolk y otros expertos, dicen que es fundamental que más personas entiendan lo que es en realidad el TEPT.

La razón por la que tal vez el TEPT no recibe tratamiento

Paula Schnurr, directora ejecutiva del Centro Nacional para el TEPT, explicó que cerca del 70 por ciento de los adultos de Estados Unidos viven al menos un evento traumático, que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades definen como una “experiencia marcada por una sensación de terror, desamparo, daño importante o la amenaza de sufrirlo o de morir”. Pero de acuerdo con el Departamento de Asuntos de los Veteranos, solo el seis por ciento de la población desarrollará TEPT en algún momento de su vida, en su mayoría mujeres. Los científicos siguen intentando identificar los factores biológicos y sociales detrás de estas discrepancias, como, por ejemplo, la manera en que funciona el trauma generacional, la idea de que algunos elementos del TEPT puedan trasmitirse genéticamente y lo que el trauma “complejo”, el cual se deriva de eventos traumáticos repetidos, le hace a la psique de las personas.

“Cuando recién creamos este diagnóstico del TEPT, decíamos que era producto de un evento extraordinario fuera del alcance de la experiencia humana”, comentó Van der Kolk, refiriéndose a los científicos e investigadores que tratan esta enfermedad. “Así de perdidos estábamos; creíamos que los traumas eran algo excepcional”.

Vanessa Haye, una mujer de 34 años de la región de las Tierras Medias Orientales de Inglaterra, desarrolló TEPT como consecuencia de un embarazo ectópico en 2019. A las nueve semanas de su embarazo, tuvo que acudir muy deprisa al hospital para que la operaran, y un médico le dijo que tal vez no sobreviviera. A las tres semanas de una difícil recuperación, debió decidir qué hacer con los restos de su embarazo: incinerarlos o enterrarlos. Después empezó a tener escenas retrospectivas extenuantes. Haye despertaba todas las noches de una pesadilla justo antes de las tres de la madrugada, preguntándose qué apariencia habría tenido el bebé.

Algunos pensamientos intrusivos le secuestraban el cerebro: como ir a caminar con su bebé e imaginar que un auto los atropellaba. Cuando su marido no contestaba el teléfono, pensaba que había muerto. Le parecía que todo era un riesgo. El estrés fue tan intenso que dejó de menstruar. Luego de seis meses, fue a ver al médico, quien le dijo que el TEPT es común después de un embarazo ectópico. Sin embargo, Haye sentía que ese diagnóstico no le correspondía a ella, le impactaba que pudiera tener ese trastorno. Tardó meses en comenzar a ver a un terapeuta con regularidad y a empezar a encontrar una manera de sobrellevar sus síntomas.

Hay que identificar los síntomas

Los estudios demuestran que para manejar el TEPT es muy importante una intervención oportuna y su posible prevención. Pero el diagnóstico puede tardar hasta dos años o más después de la aparición de los síntomas, comentó Jain, y quienes no reciben tratamiento dentro de los primeros dos años tienen muchas menos posibilidades de recuperarse.

“Cuando me dijeron que tenía TEPT, sentí que no me lo merecía”, comentó Natalia Chung, una mujer de 30 años a quien le diagnosticaron esta enfermedad en 2016 después de terminar una relación de maltrato. “Porque yo no había ido a la guerra”, señaló.

Muchas personas como Chung comienzan a recibir terapia para TEPT hasta después de años de luchar con la enfermedad y estar esforzándose por superar síntomas que, de haber recibido tratamiento oportuno, quizás ni siquiera habrían desarrollado.

El hecho de que la gente postergue el tratamiento se debe en parte a que “la evasión es una característica del TEPT”, señaló Vaile Wright, alta directora de innovación en la atención médica de la Asociación Estadounidense de Psicología. Esta enfermedad programa a las personas para que descarten los recuerdos del trauma y reduzcan su vida cada vez más a fin de obstruir cualquier indicio de lo ocurrido.

En el caso de Michelle DiMuria, de 39 años, el ruido de la lluvia contra la ventana puede desencadenar un episodio. Cuando la violaron en 2015, estaba lloviendo y el clima la lleva a pensar en el ataque. No puede dejar de ver el rostro de su atacante. Desde que le diagnosticaron TEPT en el otoño de 2017, no ha podido evitar las cosas de la vida cotidiana que la llevan a una reminiscencia: el olor de una loción, el sonido de algunas canciones que le gustaban a su agresor. Durante el ataque, se le fracturó la columna vertebral y ahora trata de no mirar en el espejo las cicatrices de la operación esparcidas por toda su piel.

DiMuria, quien fundó una organización en defensa de la salud mental llamada Bee Daring Foundation, usa una pulsera tejida de color verde azul cuando sale a la calle. Les ha dicho a sus amigos que es probable que cuando comienza a mover el tejido con nerviosismo, esté sufriendo una disociación. Ha recurrido a algunos mecanismos para enfrentar los días malos: M&Ms de maní, películas de Marvel, una aplicación para colorear. Ve el fútbol americano y le grita a la pantalla para tratar de darle una salida a sus oleadas de agresión que en ocasiones acompañan al TEPT.

Wright aseveró que las variaciones emocionales son típicas de las personas con este trastorno. “Sienten que se están volviendo locas”, afirmó. “Casi nunca lo identifican como TEPT hasta que, idealmente, un terapeuta bien preparado les dice que en realidad es una respuesta muy normal hacia una situación anormal”.

Se debe buscar ayuda

El TEPT no siempre tiene una trayectoria lineal y no hay una señal clara de recuperación. Para Haye, trabajar de cerca con un terapeuta le ha ayudado a reconocer los síntomas y responder a ellos; cada vez logra dormir mejor toda la noche.

Sin embargo, la terapia tradicional en la que solo se habla no es la única opción de tratamiento. Se ha visto que la exposición prolongada —una intervención cognitiva que consiste en que los pacientes describan con gran detalle un evento traumático— ha mejorado los síntomas del TEPT en un lapso de nueve a doce sesiones. También se ha demostrado que dan buenos resultados algunos tratamientos experimentales nuevos, desde la terapia de realidad virtual hasta dosis controladas de MDMA.

Jain mencionó que también las herramientas digitales pueden ser de utilidad para manejar este padecimiento. Por ejemplo, una aplicación llamada PTSD Coach del Departamento de Asuntos de los Veteranos ofrece información acerca de la enfermedad, así como ejercicios base para ayudar a que los pacientes sobrelleven los síntomas.

Schnurr señaló que la terapia de procesamiento cognitivo, los medicamentos y una técnica terapéutica llamada reprocesamiento y desensibilización a través del movimiento ocular (EMDR, por su sigla en inglés), son muy eficaces para tratar este trastorno. Las sesiones de EMDR han ayudado a que Méndez-Booth supere los ataques de pánico; sigue experimentando paranoia, pero, con el paso de los años, esos brotes se han hecho menos frecuentes. Ahora, tiene una vida más plena y funcional de la que pensó que podría tener cuando comenzaron sus síntomas.

“Sé que aún lo tengo”, comentó. “Es una parte de mi entramado, pero no lo es todo”.

c.2022 The New York Times Company

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