Salud mental

Cuando la emergencia
es un intento de suicidio

Carlos Herrera es bombero desde hace más de once años. En este testimonio nos cuenta sobre la complejidad de atender a una persona en crisis que quiere terminar con su vida y la necesidad de que los bomberos reciban capacitación para este tipo de emergencia.

v3 Carlos Herrera, integrante de la Compañía de Bomberos Miraflores 28 v3.jpg

Cuando uno se forma para ser bombero, recibe muchas capacitaciones y cursos a lo largo de la etapa como aspirante y aún después de graduarse. Yo he tenido la oportunidad de llevar cursos de especialización en estructuras colapsadas y rescate técnico; así como cursos más generales como combate de incendios, primeros auxilios, fugas de gas, atención a incidentes de materiales peligrosos, rescate vehicular, y otros más. Pero hay una emergencia en particular para la que, hasta la fecha, no he recibido una preparación formal: cómo auxiliar a una persona en riesgo suicida.

Tengo más de once años como bombero y muchas veces he tenido que apostar por la experiencia y conocimientos que uno adquiere por medio de enseñanzas o colaboraciones de compañeros, que son profesionales de la salud mental, para poder atender este tipo de casos. Son distintos los escenarios que enfrentamos: desde rescatar a alguien que está a punto de saltar de un acantilado o lidiar con algún paciente que esté con intenciones de ingerir demasiadas pastillas. La intuición juega un rol muy importante. La experiencia el criterio y el juicio crítico nos guían.

No existe a la fecha métricas precisas de cuántos pacientes por salud mental atendemos por año. Desde mi experiencia personal, pienso que aproximadamente una vez al mes como mínimo tenemos uno de estos casos. Me ha tocado contener intentos de suicidio en casas de tres pisos, con jardín y piscina. Y también en albergues y casas prefabricadas. El dolor no distingue condiciones económicas. En todos los estratos sociales, la gente sufre. Es fundamental educarnos en este tema. Es un hecho indiscutible que los profesionales de atención de emergencias debemos estar capacitados en asuntos de salud mental. En la sociedad existe mucho estigma y prejuicio. Aun entre los bomberos abundan ideas preconcebidas que moldean nuestra actitud frente a una persona que quiere acabar con su vida. Hay quienes piensan que solo tratan de llamar la atención o que están en una situación de peligro porque así lo han querido.

Los bomberos nos formamos para rescatar personas en riesgo, pero definitivamente el abordaje no es igual al tratar de sacar a alguien de un auto en llamas que al tratar de convencer a una persona en crisis de que no se lastime. En nuestra profesión existe una atracción especial a la adrenalina, sin embargo, cuando nos encontramos con un intento de suicidio necesitamos controlar nuestro ímpetu y dominar nuestro ego. No podemos buscar el momento heroico de bajar por una cuerda y lanzarnos sobre la víctima. Tenemos que desplegar mucha paciencia y empatía. Evitar decirle al paciente lo que creemos que desea oír así sea un engaño. No debemos hacer falsas promesas sino ser realistas manteniendo siempre el respeto y la amabilidad. No es fácil saber qué hacer en estas situaciones. Si el caso es en un lugar público, muchas veces las personas se aglomeran, graban con sus celulares, gritan. Existen también policías que quieren controlar la crisis de manera impetuosa con maniobras algo arriesgadas. Frente al suicidio es común que se actúe con algo que podríamos llamar “ignorancia no culpable” que simplemente es querer ayudar guiándonos por nuestro sentido común y, algunas veces, por los clásicos “mitos del suicido”.

Siendo bombero he aprendido a tomar decisiones rápidas. Lamentablemente, a veces las condiciones ya están dadas y las consecuencias no se pueden revertir. Aquí es importante que nuestra salud mental esté bien considerada. Los bomberos necesitamos resguardar nuestro entorno social, nuestra salud personal, nuestros buenos hábitos. Recibir una capacitación constante y progresiva sobre intervención en intentos de suicidio nos daría más tranquilidad al actuar. Nos ayudaría a manejar mejor nuestras propias emociones. Además, urge que exista un protocolo de atención a la víctima una vez controlada la crisis. Muchas veces nos preguntamos a dónde llevarlos. Actualmente, ni los centros psiquiátricos ni los hospitales generales asumen la responsabilidad de esos pacientes. Acostumbran a poner trabas para recibirlos por emergencia. El sistema hospitalario tampoco contempla un protocolo de seguimiento de pacientes con ideación suicida luego de una crisis. Entonces estas personas suelen regresar a la casa, a ese mismo ambiente contaminado que los alteró en primer lugar, y quizás a un grupo de gente con la que ya no quieren estar. En eso debemos pensar: si queremos ayudar a las personas con ideación suicida, necesitamos activar un plan de salud mental a nivel nacional que integre tanto el campo pre hospitalario así como las acciones terapéuticas de seguimiento y ayuda al paciente.


Testimonio: Carlos Herrera / Edición: Stefanie Pareja