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Solastalgia, eco-migración y suicidio: así está afectando el cambio climático a nuestra salud mental

Los fenómenos meteorológicos no solo generan estragos en el ambiente y la salud física, sino también en nuestras emociones. Hoy existen nuevos términos como solastalgia, eco-ansiedad o eco-migración. En este artículo detallamos cada uno de ellos.

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Aunque a simple vista pueda ser difícil de identificar, existe un vínculo muy directo entre el cambio climático y nuestra salud mental. Las tormentas cada vez más intensas, las olas de calor, las sequías devastadoras y las inundaciones no solo generan estragos en el ambiente y la salud física de las personas, sino que también provocan un impacto persistente en nuestra psique. Hoy, sin embargo, ya no es necesario atravesar por estos desastres naturales para sentir el peso emocional del cambio climático: las consecuencias psicológicas de este fenómeno pueden manifestarse en cualquier ciudadano más allá del lugar en donde vive o de su nivel socioeconómico.

A menudo pensamos que la salud mental es un asunto personal y hasta biográfico: las cosas que vivimos determinan cómo nos sentimos. Pero cada vez más se consolida la idea de que nuestra estabilidad emocional depende de distintos factores igual de importantes, como el componente social, económico o comunitario. De esta manera, en los últimos tiempos hay otro factor que se ha sumado a la lista: el aspecto climático.

Los eventos climatológicos extremos pueden generar ideas de desesperanza sobre el futuro. “Sientes que viene un destino muy perjudicial para ti, casi apocalíptico por los efectos ambientales que estás viendo”, asegura Elaine Flores, investigadora del Centro Latinoamericano de Excelencia en Cambio Climático y Salud (Clima). Por un lado, están los problemas emocionales causados por los desastres naturales, y por otro, los que se originan cuando pensamos en un futuro catastrófico.

Un ejemplo del primer grupo son las personas que desarrollaron un trastorno de estrés postraumático (TEPT) luego del Fenómeno del Niño que asoló el norte del Perú en 2017. En el segundo grupo, en cambio, están aquellos que han empezado a experimentar nuevas formas de angustia debido al cambio climático, como la eco-ansiedad, la solastalgia o la melancolía ambiental.

Además, como señala la investigadora del centro Clima, los distintos fenómenos climáticos no solo exacerban la idea de un futuro cada vez más sombrío, sino que día a día menoscaban la economía, la seguridad alimentaria y el suelo de muchas personas, lo cual genera una angustia persistente por la sobrevivencia. En la misma línea, la psiquiatra estadounidense Lise Van Susteren señala que los eventos climáticos extremos producen una sensación específica de “falta de control”. Porque una cosa es sufrir de alguna enfermedad y saber que puedes acudir al médico y llevar un tratamiento, “¿pero qué haces si tus terrenos están completamente secos y es temporada de incendios?”, se pregunta.

Según un informe de la OMS, ya se pueden rastrear distintas afecciones emocionales originadas por el cambio climático, como cuadros de estrés, depresión o mayor consumo de alcohol y sustancias en general. En este artículo, sin embargo, nos vamos a enfocar solo en tres: eco-ansiedad y solastagia, ideación suicida y eco-migración.

Eco-ansiedad y solastalgia

Dos términos que recientemente están presentes en las conversaciones sobre el impacto del cambio climático en la salud mental son la eco-ansiedad y la solastalgia. El primero se refiere a “un miedo crónico a la fatalidad medioambiental” y fue definido por primera vez en 2017 por la Asociación Americana de Psicología. Por su parte, la solastalgia representa la angustia que se origina cuando un fenómeno ambiental modifica el entorno en el que vives. A diferencia de la nostalgia que sentimos cuando estamos lejos del hogar, la solastalgia significa la desolación de ver cómo tu contexto ha cambiado de pronto por un evento ambiental.

Según los especialistas, la eco-ansiedad se reconoce mayormente en la población joven porque su futuro, la seguridad alimentaria y la sobrevivencia en general están comprometidas por los efectos del cambio climático. En una encuesta del 2020 realizada en Estados Unidos, más de dos tercios de las personas aseguró haber experimentado eco-ansiedad.

Mientras tanto, en cuanto a la solastagia, un artículo explica que quienes permanecen en lugares dañados por algún desastre natural y viven en un entorno severamente dañado, experimentan una angustia muy específica, porque su hogar ya no les parece igual que antes. Se señala que los sobrevivientes de desastres naturales sienten impotencia y caen en depresión porque la pérdida del entorno, la vivienda, tierras de cultivo, el ganado, etc., puede llegar a resquebrajar su identidad.

“Cuando ocurre un desastre y las personas no tienen acceso a otras fuentes de ingreso o no reciben apoyo a través de aseguradoras o del gobierno y quedan damnificados durante años, sí que hay un desorden pernicioso que se puede cronificar”, asegura Flores.

Como término, la solastalgia fue acuñado por el filósofo Glenn Albrecht en el año 2003 durante la Conferencia de Ecosalud en Montreal. En 2007 escribió un artículo donde expuso que los habitantes de Nueva Gales del Sur, cercanos a las industrias energéticas, padecieron psicológicamente los impactos de la transformación del paisaje.

Desde que se habló por primera vez de la solastalgia, cada vez hay más personas que lo usan para referirse al sentimiento de desesperanza que hay en sus comunidades. Por ejemplo, la población mexicana experimentó la solastalgia cuando los investigadores mexicanos descubrieron que el glaciar Ayoloco desapareció en 2018 como consecuencia de las altas temperaturas. El glaciar nutría las lagunas del volcán, “y en tiempos de sequía proveía agua a los habitantes de la zona, perteneciente al municipio de Amecameca, en el Estado de México”, informó la ONU.

Otro ejemplo se encuentra en un artículo de 2011 en el que, a través de entrevistas con mujeres adultas mayores de la Isla Erub, ubicada en Australia, se identificó rastros de solastalgia. Se explica que la angustia por el cambio ambiental puede ser devastadora para las comunidades porque tienen una fuerte conexión con su territorio y su cosmología.

Para la investigadora del Centro Clima, Elaine Flores, la angustia causada por el cambio climático no ha mostrado todos sus alcances. “Será un problema que va a estar escalando conforme pase el tiempo y veamos más fenómenos extremos”, dijo.

Ideación suicida

Además del golpe de calor, las temperaturas extremas podrían incidir en la tasa de suicidios. Un estudio publicado en Nature Climate Change reveló que, cuando la temperatura incrementa 1°C sobre el promedio mensual, los casos de suicidio aumentan 0,7% en los condados de Estados Unidos, y un 2,1% en algunas ciudades mexicanas.

Las proyecciones del estudio estiman que para el año 2050 el cambio climático causará un exceso de suicidios: 14,020 para Estados Unidos, y 7,460 en México. Aunque el calor no es el único factor que contribuye al alza de este tipo de muertes, el análisis permite comparar el número de casos a lo largo del tiempo y reconocer que las temperaturas influyen en nuestro estado de ánimo y comportamiento.

Según un artículo publicado en Springer, el calor genera estrés e irritación, lo que desencadena una respuesta excesivamente agresiva que escala hasta llegar a la ira. Ese ciclo de emociones también puede estar influenciado por la pérdida de tierras, ganado, agua y alimento por causa del cambio climático, lo que provocaría enfrentamientos violentos. Se advierte que los países con alta densidad de población enfrentarán este tipo de problemas socioeconómicos y que, incluso, el riesgo aplica para los países más desarrollados.

También hay otro punto de vista que señala al calor como el responsable de la agresividad: el fisiológico. El calor suele activar la zona del cerebro en donde se produce la termorregulación del cuerpo (el hipotálamo), y en donde, a su vez, se regulan las emociones. Esto puede generar que los estados de ánimos se desequilibren. Además, la producción de adrenalina aumenta con el calor, lo que puede llevar a un comportamiento autolesivo si las personas se encuentran en condiciones de vulnerabilidad emocional.

“Debería de quedar muy claro que esto (problemas de salud mental por cambio climático) tiene que ser también solucionado por acciones preventivas de promoción de la salud mental y del autocuidado”, recomienda Flores.

Eco-migración

Cada vez es más evidente el impacto que tienen los fenómenos meteorológicos extremos en nuestra forma de pensar, de actuar y de vivir. Sucede que cuando hay una inundación, sequía, tormenta o cualquier efecto del cambio climático en el entorno, las personas afectadas suelen migrar a lugares más seguros y en donde se reduzca la posibilidad de enfermar o morir por hambre.

Pero llevar a cabo este tipo de mudanza supone atravesar condiciones muy difíciles que podrían causar un desequilibrio emocional, porque las y los migrantes se encuentran en un estado de extrema vulnerabilidad. De acuerdo con la OMS, las personas “enfrentan una gran cantidad de riesgos para la salud antes, durante y después de sus viajes, con el acceso a la atención primaria y la continuidad de la atención médica a menudo interrumpidos como resultado de la migración”.

La OMS también menciona que el proceso migratorio conlleva afrontar barreras culturales, de género, financieras, sociales, lingüísticas, y factores de estrés como inseguridad económica, explotación y xenofobia. Por otro lado, un artículo indica que la depresión en los migrantes se manifiesta como consecuencia de la aculturación, es decir el proceso en el que buscan adaptarse a una nueva cultura y durante el cual atraviesan por altos niveles de frustración.

Hay varios casos que dan cuenta de la movilidad forzada para grupos vulnerables debido a fenómenos exacerbados por el cambio climático. Por ejemplo, la extensa sequía de 2013 ocurrida en el sur de Madagascar obligó a las personas a mudarse a otras partes del país, con lo que se redujo la población hasta en 30% en algunas aldeas, según el informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM, por sus siglas en inglés).

El informe también reporta algo similar para el caso de Somalia en 2019: el 67% de los casi 700 mil desplazados internos migró debido a la sequía.

Las proyecciones sobre el impacto del cambio climático en la migración son preocupantes. El Banco Mundial estimó en 2018 que, para el año 2050, el cambio climático provocaría el desplazamiento de 140 millones de personas en tres regiones: África subsahariana, Asia meridional, y América Latina. Esa cifra podría reducirse un 80% si los países incluyen iniciativas enfocadas en la reducción de los gases de efecto invernadero, principalmente.

Para Elaine Flores, es importante contar con datos que contemplen poblaciones diversas para saber cómo el cambio climático afecta la salud mental en distintas regiones. Asimismo, recomienda que las acciones colectivas para prevenir la angustia y la depresión incluyan estrategias contra la desinformación sobre el entorno y nuestra relación con él.

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