Mientras las fuerzas políticas que sostienen a este gobierno se blindan, la mayoría de peruanos sobrevivimos entre el miedo a ser víctimas del crimen y la desconfianza de que el presidente encargado haga algo para frenar la violencia y asegurar una transición limpia hacia las elecciones. Cada día pagamos la factura de un Estado sin rumbo. Pero el hartazgo ya empezó a caminar por las calles.