En los años 80, los cigarrillos se vendían con empaques coloridos y elegantes, sin advertencias de salud. Eran símbolos de estatus y deseo. Décadas después, cuando los gobiernos empezaron a incluir imágenes y mensajes de riesgo, ya era tarde: el tabaco se había convertido en la principal causa de muerte prevenible del mundo.
Hoy, la historia puede repetirse con los vapeadores. Sus empaques, llenos de colores y sabores que evocan frutas o postres, parecen inofensivos y atraen a adolescentes. Pero detrás del diseño llamativo hay un vacío: advertencias débiles o inexistentes sobre los daños de la nicotina, una sustancia altamente adictiva y nociva. En Perú y Colombia, los mensajes son pequeños, confusos y sin un estándar claro. Lo que debería alertar sobre un riesgo, termina ocultándolo.
Un análisis de Salud con lupa, en colaboración con El Espectador de Colombia, revela que los empaques de cinco marcas de vapeadores carecen de criterios uniformes y, en muchos casos, no cumplen con la normativa vigente. Se revisaron los empaques de Vuse, Veev, Geek Bar, STLTH y GluCloud —esta última de origen colombiano y no disponible en Perú—, adquiridos entre el 20 de junio y el 1 de julio de 2025 en Lima y Bogotá. Los dispositivos se compraron en tiendas ubicadas estratégicamente cerca de universidades e institutos, espacios frecuentados por jóvenes y menores de edad.
El problema no es solo la variabilidad en los empaques, sino el amplio margen de maniobra que tienen las empresas para moldear la narrativa de sus productos. En muchos casos, las advertencias se reducen a una frase genérica sobre la adicción a la nicotina o una simple mención de que el producto es “solo para mayores de 18 años”. Esa flexibilidad les permite esquivar una comunicación clara de los riesgos y reemplazarla por mensajes ambiguos, que suavizan los daños o los ocultan bajo un lenguaje atractivo. Así, los compradores no tienen una idea precisa de lo que realmente están consumiendo.

Los gobiernos de Perú y Colombia ya han aprobado leyes —una más estricta que la otra—, pero la industria sigue encontrando formas de eludirlas, como demuestra este análisis. En Perú, la ley otorga hasta dos años a las empresas para adaptarse, pero ese plazo solo empieza a correr cuando se publique el reglamento. El Ministerio de Salud conformó un equipo técnico el 5 de mayo, con la meta de tener el reglamento listo el 3 de septiembre; pero el plazo venció y el documento sigue sin presentarse. Mientras siga pendiente, el sector mantiene un amplio margen de maniobra y el proceso puede alargarse indefinidamente.
En Colombia, en cambio, ninguna de las cuatro marcas analizadas cumple con las disposiciones vigentes, pese a que el plazo de adaptación ya venció.
Los mensajes de advertencia en los empaques también deberían ser claros y visibles, pero en ninguno de los casos analizados ocurre así. Las empresas tampoco brindan información completa ni legible sobre los ingredientes, y relegan los detalles a instructivos colocados dentro del empaque —como las restricciones de uso o el tipo de atención médica ante un daño a la salud—. Esa información no es accesible a simple vista y, en marcas como Geek Bar, ni siquiera está disponible.
Solo una regulación precisa y una supervisión constante podrán garantizar que los consumidores conozcan los riesgos reales de estos productos y que la salud pública esté protegida de manera efectiva.
Perú: empaques con advertencias reducidas
En Perú, la industria de los vapeadores transmite los riesgos de sus productos de forma desigual y con mensajes poco claros. La ley, vigente desde noviembre de 2024, establece que estos productos deben incluir en sus empaques la frase “Prohibida su venta a menores de 18 años”, además de informar a los consumidores sobre la presencia de nicotina y los efectos de su consumo. Sin embargo, el reglamento que debe definir cómo cumplir estas obligaciones todavía no se ha publicado.
Esta falta de criterios precisos ha dejado un vacío en el etiquetado que las empresas han llenado a su manera: cada marca decide el tono, la ubicación y el tamaño de las advertencias. Esto puede llevar a los consumidores a subestimar los riesgos, sobre todo ante la idea extendida de que los vapeadores son menos dañinos que los cigarrillos.
Las estrategias de comunicación de las cuatro marcas analizadas varían ampliamente. Vuse, de la tabacalera British American Tobacco, y Geek Bar, de la empresa china Guangdong Qisitech Co., Ltd., utilizan un mensaje simple y genérico: “Este producto contiene nicotina. Es una sustancia adictiva”. En el caso de Geek Bar, la advertencia incluso aparece en inglés, sin adaptación al público local.
Veev, de Philip Morris International, incluye un mensaje similar, aunque un poco más explícito: “Este producto no es libre de riesgo y contiene nicotina, que es adictiva”. STLTH, de origen canadiense, opta por un tono más contundente: “La nicotina es altamente adictiva y nociva para la salud”, sin precisar qué tipo de daño puede causar.
Esta diversidad en el etiquetado impide que los consumidores comprendan realmente los riesgos. Además, los empaques omiten otros efectos asociados al vapeo, documentados por estudios independientes, como problemas respiratorios o deficiencias cardíacas, limitándose a mencionar la nicotina y su carácter adictivo.
Otro elemento crítico es el tamaño de las advertencias. Ninguno de los seis productos analizados —tres de Vuse, dos de Veev, uno de STLTH y uno de Geek Bar— alcanza el 30 % de ocupación en ambas caras del empaque, como exige la ley. En general, se sitúan entre el 15 % y el 25 %, concentradas principalmente en la cara frontal. Geek Bar coloca advertencias en ambas caras, pero solo ocupan el 25 %. STLTH es la única que llega al 30 %, aunque únicamente en la cara frontal, lo que también constituye un incumplimiento.

Si el reglamento ya estuviera aprobado y hubiera vencido el plazo de adaptación de dos años, ninguna marca cumpliría los estándares requeridos, violando la normativa de forma evidente. El caso de Geek Bar resulta especialmente llamativo: en lugar de imprimir la advertencia, colocó un sticker sobre su envase tradicional, pretendiendo así cumplir con la regulación sin aplicar cambios reales.
Los criterios de adaptación de los fabricantes —tan variados entre sí— reducen el impacto general de las advertencias y dificultan que los consumidores identifiquen con rapidez la información de seguridad. Además, esta disparidad puede convertirse en un problema si no existe una supervisión eficaz por parte de las autoridades competentes.
Esa responsabilidad recaerá en el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi), según confirmó Salud con lupa. La entidad respondió por escrito que su Dirección de Fiscalización elaborará “en su oportunidad” una estrategia para supervisar tanto el empaquetado como la publicidad en bodegas y otros puntos de venta. Este proceso aún no se ha definido por completo debido a la demora en la aprobación del reglamento de la ley, cuya redacción está a cargo de diez entidades, entre ellas el Ministerio de Salud.
La información sobre los ingredientes también es limitada. Los productos analizados solo incluyen algunos componentes básicos, como propilenglicol, glicerina vegetal, nicotina, sabores artificiales, ácido benzoico, ácido láctico y agua. Sin embargo, investigaciones científicas muestran que los aerosoles de los vapeadores pueden contener cientos o incluso miles de sustancias adicionales —incluidos metales pesados y compuestos orgánicos volátiles— que no se mencionan en los empaques. Esta falta de transparencia plantea serias dudas sobre la información disponible para los consumidores y sobre su capacidad de tomar decisiones informadas.
Otro punto importante es la concentración de nicotina declarada por las tabacaleras. En una primera investigación que publicamos en enero de 2024, encontramos que los vapeadores Vuse Go —que entonces no tenían grandes competidores en el país— declaraban 20 mg/ml de nicotina, posiblemente porque los productos estaban diseñados conforme a la regulación del Reino Unido, país donde British American Tobacco tiene su sede. En ese momento, Perú aún no contaba con una norma específica para este mercado. Según comerciantes de la Asociación Peruana de Vapeadores (ASOVAPE), muchos consumidores preferían los vapeadores chinos, que ofrecían niveles de nicotina más elevados que los Vuse.
Un año después, el panorama ha cambiado: Vuse declara ahora 34 mg/ml de nicotina, un aumento que refleja la competencia con marcas que ofrecen concentraciones aún mayores. Veev, de Philip Morris, declara 38 mg/ml; Geek Bar y STLTH, 50 mg/ml. A diferencia del Reino Unido, Canadá y varios países de la Unión Europea —como España, Alemania o Italia—, la normativa peruana no establece un límite máximo de concentración de nicotina, lo que permite que cada empresa fije sus propios niveles, pese a tratarse de una sustancia altamente adictiva.
Colombia: fabricantes de vapeadores incumplen la ley
A diferencia del caso peruano —donde la aplicación de la norma depende de la aprobación de un reglamento aún pendiente—, en Colombia la ley que regula los cigarrillos electrónicos ya está plenamente vigente. La norma, en vigor desde mayo de este año, equipara a los vapeadores con los cigarrillos convencionales y establece las mismas restricciones en publicidad, venta y etiquetado. Además, ya venció el plazo de un año que se otorgó a las empresas para adaptar sus empaques a los estándares exigidos. En teoría, hoy ningún producto debería estar en el mercado sin cumplir estas condiciones. En la práctica, sin embargo, ocurre lo contrario.
Las principales marcas disponibles en el país —Vuse, de British American Tobacco; Veev, de Philip Morris International; STLTH; y GluCloud, la primera empresa colombiana dedicada a fabricar estos dispositivos, con presencia también en España y Estados Unidos— incumplen de distintas formas las disposiciones de la ley. Lo más evidente es la falta de uniformidad en los mensajes de advertencia y en la proporción que ocupan en los empaques.
Al equiparar el empaquetado de los cigarrillos electrónicos con el de los productos de tabaco, la ley colombiana resulta particularmente estricta. Prohíbe diseños dirigidos a menores de edad o que resulten especialmente atractivos para ellos; veta cualquier insinuación de que el consumo está asociado al éxito deportivo, profesional, social o sexual; e impide el uso de expresiones engañosas como “suave”, “light”, “mild” o “bajo en nicotina”. También exige que figure de manera clara e inequívoca el mensaje: “Este producto no es libre de riesgo y contiene nicotina, que es adictiva”. Dichas advertencias deben aparecer en ambas caras del empaque y ocupar un espacio considerable.

En la realidad de los mercados y bodegas, sin embargo, la historia es otra. El vapeador Vuse —de British American Tobacco— incumple abiertamente la norma: en dos de sus presentaciones (Vuse Go de 1 000 y 5 000 caladas) no incluye la advertencia sanitaria, limitándose a una indicación mínima de restricción de edad en la parte frontal.
Veev Now Ultra —de Philip Morris International— sí reproduce el mensaje oficial, pero solo en la cara frontal, lo que constituye un cumplimiento parcial. STLTH, por su parte, utiliza una variante más enfática: “La nicotina es altamente adictiva y nociva para la salud”. GluCloud y Veev —en sus presentaciones GluCloud BoxPod y Veev Now, respectivamente— son las únicas que recurren a un recurso más gráfico: “Este producto afecta tu corazón”, acompañado de la imagen de un corazón ligeramente fragmentado. No es una advertencia tan cruda como las que aparecen en las cajetillas de cigarrillos, pero destaca por su claridad y su mensaje directo.
Esta disparidad —que va desde frases genéricas hasta advertencias específicas sobre la salud cardíaca— perjudica al consumidor, que no recibe una comunicación de riesgo uniforme ni consistente.
Tampoco existe uniformidad en la proporción que ocupan las advertencias en los empaques. Los vapeadores Veev, de Philip Morris International, reservan alrededor del 25 % de la cara frontal; STLTH alcanza el 30 %, aunque solo en una de las caras. Los productos de GluCloud son los únicos que cumplen con la regulación colombiana, al ocupar el 30 % en ambos lados del empaque, al menos en uno de sus modelos, el GluCloud XL.
Al igual que en el mercado peruano, los productos analizados en Colombia mencionan un número muy limitado de componentes —propilenglicol, glicerina vegetal, nicotina, saborizantes y sales de nicotina—, lo que sugiere una omisión deliberada de sustancias potencialmente peligrosas. Esta falta de transparencia es motivo de preocupación: los consumidores están inhalando productos sin conocer con exactitud su composición química.
El Ministerio de Salud colombiano aseguró a El Espectador que, desde la entrada en vigencia de la norma, ha desplegado varias acciones: la expedición de advertencias sanitarias específicas, la revisión de 2 156 simulaciones de etiquetado y jornadas de capacitación para las secretarías de salud y la ciudadanía sobre los riesgos de consumo. Sin embargo, la evidencia en el mercado muestra que, pese a contar con un marco normativo robusto, la adaptación empresarial avanza lentamente y las irregularidades siguen siendo la regla más que la excepción.
Este reportaje se desarrolló en el marco de un proyecto periodístico liderado por Salud con lupa, financiado por Vital Strategies en representación de Bloomberg Philanthropies. Su contenido es responsabilidad exclusiva de los autores y no representa necesariamente la posición de las entidades financiadoras.